viernes, 9 de septiembre de 2011

La prima cosa bella

Desenfado italiano
Italia (2010)
Director: Paolo Virzì. Escrita por Paolo Virzì, Francesco Bruni , Francesco Piccolo.
Valerio Mastandrea, Micaela Ramazzotti, Stefania Sandrelli, Claudia Pandolfi, Marco Messeri, Fabrizia Sacchi

Echaba de menos una película italiana en el sentido más catizo de la palabra. Y ni siquiera lo sabía. Se me han despertado recuerdos aletargados y se me han reabierto senderos largamente abandonados.

Los méritos de esta película podrían resumirse en un vocablo: desenfado. Un desenfado al más puro estilo italiano.

Desenfado en sus personajes, que se despliegan en toda su extensión poniendo de manifiesto que están concebidos con verdadera solidez. No siempre tiene sentido lo que dicen o lo que hacen, pero, extrañamente, se comprende. Es ese uno de los síntomas más contundentes del cuadro clínico de una buena película.

Desenfado en las situaciones, que vagabundean del drama a la comedia con la misma alegría con que vagabundeaba el mismísimo Elmer Gantry. Situaciones donde se proyectan a sus anchas esos personajes desenfadados y tienen la oportunidad de expresarse sin más mesura que su propio caracter.

Desenfado en la estructura narrativa y en el ritmo, que no tienen artificios ni triquiñuelas, solo una anarquía y una desvergüenza contagiosas pero muy saludables. Saltos en el tiempo y en el ánimo, sin red, sin disimulos ni requiebros, para darnos un galimatías emocional a la altura de este enredo familiar, y del enredo interno que gobierna a estos personajes.

Desenfado en el propio enredo, donde, (¡milagro!), por una vez en la vida, ningún personaje queda arrinconado ni sometido, todos encuentran su hueco y salen a flote sin molestarse unos a otros, complementándose de un modo asombroso, en lo bueno y en lo menos bueno. En verdad que el que suscribe pocas veces ha visto semejante filigrana. Digno de estudio.

Desenfado, verdadero desenfado, al apelar a las emociones del espectador. Y aquí debo hacer una advertencia: habrá muy pocos que no se vean reflejados en uno u otro de estos seres desmandados, cuyas vidas se nos lanzan a la cara cual copa de whisky en un melodrama, para hacer reír más que otra cosa. Muy pocos no se verán en esta película.

Y el mayor desenfado de todos: el del propio y acongojado espectador, que secuestrado por tan desvergonzada película, se permitirá desatarse cual gaseosa, y le importará un rábano verse y ser visto en uno de los estados de ánimo más saludables y a la vez absurdos en que puede caer un ser humano: riendo y llorando al mismo tiempo.

El Apartamento

El giro a la izquierda
Estados Unidos (1960)
Director: Billy Wilder. Escrita por Billy Wilder y I.A.L. Diamond.
Jack Lemmon, Shirley MacLaine, Fred MacMurray, Ray Walston, Edie Adams, Jack Kruschen, Joan Shawlee, Hope Holiday, David Lewis, Naomi Stevens, Johnny Seven, Joyce Jameson, Willard Waterman, David White, Edie Adams
No voy a decir que esta película es ingeniosa en sus diálogos, que su guión funciona al ritmo de un saxofón y encaja como un puzzle, que plantea un retrato de las jerarquías sociales que resulta atemporal, que crea carácteres que huyen de los estereotipos a la vez que se ajustan como pocos a aquella realidad que quieren mostrar, que tiene una puesta en escena llena de lecciones de dirección para trasladar a las imagenes las emociones de quien las habita... No hace falta decir nada de eso, porque otros críticos lo habrán reseñado ya, y eso, en realidad, no es trascendental, no sale de la pantalla. La verdadera grandeza de El Apartamento reside en lo que cuenta, y brilla en su forma porque es el vehículo que le permite hacerlo.

E aquí uno de los escasísimos ejemplos de cine trascendente, de arte en toda la extensión de la palabra (por corta que sea), de obra capaz de infiltrarse en lo que les ocurre a los que están delante de la pantalla y de viajar con ellos allá dónde fueren, llenos de dudas y quebraderos de cabeza.

E aquí una película reflejo de lo que tenemos por nimiedades vitales, nimiedades que, sin embargo, condicionan en proporciones gigantescas, más de lo que nos damos cuenta.

E aquí la historia de un hombre, de un héroe, capaz de romper su inercia vital y hacerlo en un contexto (también cinematográfico) dónde eso es casi imposible, y hacerlo desde la estricta lealtad a sí mismo, sin escatimar ni siquiera los defectos.

E aquí una película sobre uno de los temas más evitados por los autores, un tema que, porque huyen de él, echa a perder la mayoría de las películas del mundo. Tan jodido es y tan presente pide estar en cualquier historia: la libertad. No esa libertad política (entendido en sentido amplio) que todos los autores quieren filmar a bombo y platillo, sino la otra, la que solo atañe a uno mismo, la libertad de revelarse contra el circulo vicioso que, sin remedio, es el dibujo vital de cualquier individuo, y es el dibujo vital de cualquier personaje que se precie.

E aquí la historia de un hombre que no se revela contra el mundo, que no lucha contra sus antagonistas. Simplemente hace algo mucho más difícil: ejerce su libertad, a pesar de sí mismo. Gira a la izquierda. Se quita los arneses de burro. Se da de morros contra el canto de un armario... Consigue un instante de lucidez. La lucidez, eso trasciende, eso aprendemos con "El Apartamento", por un momento, montados en la peli, como el personaje, tenemos la oportunidad de ver nuestro circulo vicioso.

Y ahí se plantea un debate: ¿Nuestro hombre busca su dignidad, o en realidad huye? O sea, ¿es un valiente o es un cobarde? Sea como fuere, es libre, para ser una cosa o la otra.

Nosotros también, que no nos digan lo contrario.